lunes, 8 de diciembre de 2008

Cortar y enrollar...

Cuando comencé a tomar fotos de forma masiva, finalizando la década de los ’80, se hacía imperante la necesidad de reducir gastos de alguna manera, para poder dar más alas a la afición y así compensar otras áreas de la misma. El hecho de elegir la diapositiva como soporte fue, digámoslo así, “matar dos pájaros de un tiro”: por un lado se economiza en la suma de costes aunque el carrete sea más caro (y a medio o largo plazo se amortiza bien un buen proyector), y por otro la mayor calidad de imagen conseguida tomando diapositivas en vez de usar película negativa era innegable. Una buena decisión ésta.

Pero si había algo más por hacer, no estaría de más intentarlo y de este modo compré un recargador de película y chasis para ello. Konica Hi-Loader fue el modelo que adquirí y pronto me puse a recargar carretes de fotografía de formato 35 mm en casa, con película negativa en ByN Kodak Plus-X Pan 125 5062, otras veces color (recuerdo comprar un rollo de Kodak Vericolor III 160 5026 que por muy “Professional” que indicase que era no me gustó nada), diapositiva también como la Kodak Ektachrome 200 Professional 5036… pero un tiempo después aquel aparato quedó en el olvido, más que nada porque resultaba difícil encontrar película en rollo de 30,5 metros.

Hasta que hace unos meses, y gracias al hecho de conseguir película de cine profesional, lo volví a poner en marcha. Nuevas emulsiones corren ahora por su interior, de diferentes sensibilidades, como la Kodak Eastman EXR 50D 5245, la Kodak Vision2 250D 5205, o la Vision3 500T 5219. Películas negativas todas ellas, auténticas de las que se usan para filmar los largometrajes comerciales que luego vemos en las salas de cine, que yo las corto y enrollo en los chasis recargables, las disparo y revelo; después, tras un escaneado del negativo (prescindo siempre de copias) puedo usarlas a mi antojo.

Es placentero volver a usar los viejos útiles de la afición.